Carta 17 | Hoy cumplo 30 años y tengo algo que decirte.
Esta carta suele venir todos los sábados por la mañana, pero hoy es un día especial.
Cumplo 30 años.
Hace no mucho yo era el niño que ves aquí debajo.
Esto está sacado de un video en donde mi padre jugaba conmigo a afeitarme. Yo no paraba de reírme. Una risa tonta acompaña todo el video, porque mi niño interior se sentía mayor. Mi madre reía detrás de la cámara. Mi padre cogía mi cabeza como un barbero y la guiaba para quitarme la espuma de afeitar con la parte de atrás de un peine. No necesitaba nada más.
La barba sigue sin crecerme, pero todo ha cambiado. Mi padre ya no está y a todos nos cuesta sonreír, aunque buscamos la manera de seguir haciéndolo, porque si algo tenemos claro es que siempre hay un motivo, no hace falta ni inventarlo.
El niño interior quedó atrás y durante mucho tiempo castigué su sensibilidad, su inocencia y falta de carácter. Crecí renegando de ese niño. Creando una coraza que me protegiera del mundo. Como a quien enjaulas intentando eliminar cualquier atisbo de debilidad. Asumiendo todos los conflictos internos y externos que eso provocaba.
Sin embargo, llega ese momento en el cual tu cabeza hace clic y te das cuenta de que no quieres ser ese personaje que te has creado. Y miras atrás y ves a ese niño. Ya no es débil e incapaz. Porque ahora entiendes que también aprendió cosas, que también afrontó miedos y que si eres quien eres ahora mismo y estás donde estás es gracias, en gran parte, a él.
Porque estamos hechos de nuestras últimas veces.
La última vez que saliste a jugar a la calle.
La última vez que viste una película con tus padres.
La última vez que lloraste.
Romantizamos las primeras veces cuando lo que verdaderamente importa es cuando sea la última vez que hagas algo que nunca volverás a repetir. La mayor parte de las veces no te darás cuenta.
30 años, papá, me encantaría que estuvieras aquí y los vieras. Ir a casa y comer la tarta de galletas de mamá y retarnos por el último trozo. Tener una buena conversación hasta tarde en la terraza e irnos a dormir, para a la mañana siguiente desayunar la tarta que sobró otra vez.
Pero tuvimos nuestras últimas veces. Maravillosas, por cierto, y al final, en esta nueva década que entro con mi último "veinti", y mis primeras "treinta" con miedo y mucha incertidumbre, te digo que estoy preparado, como tú me decías:
“Portáte bien a ver si te llevo a Candelaria caminando”
Un beso al cielo.
Porque todo sume.