Carta 106 | Aunque duela

Hay muchas decisiones que, si me hubiera dejado llevar por el “no lo hagas”, nunca habría tomado. Y no hablo solo de los consejos que vienen de fuera, sino sobre todo de esa voz interna que a veces se disfraza de prudencia, pero en realidad es miedo. Esa que te dice que mejor no arriesgues, que no sientas demasiado, que te quedes quieto, que no digas nada. Pero hay otra voz, más bajita, que siempre me ha empujado a ir. A tirarme aunque no sepa nadar bien. A decir que sí aunque no tenga claro el resultado.

Siempre he sido más de corazón que de cabeza y aunque eso a veces me ha pasado factura, también me ha enseñado lo que la cabeza nunca habría querido que aprendiera. Porque sentir, incluso cuando duele, me ha hecho crecer. Y no le pongo jerarquía a las emociones: no necesito que todo sea bonito, ni fácil, ni perfecto. A veces solo quiero que sea real.

He tropezado más de una vez con la misma piedra. Claro que sí.
Y muchas veces he sido yo quien ha puesto esa piedra en el camino.
Por castigo, por culpa, por creencias heredadas, por heridas mal cerradas.

El viaje de Chihiro (2001), es para mí un lugar seguro.

Aún arrastro cosas que pesan más de lo que me gustaría. Hay noches en las que me despierto pensando en todo lo que debería haber hecho de otra forma. Hay recuerdos que siguen arañando.

Pero no me escondo.
O no siempre.

Y quizá eso es lo que nos iguala a todos: el deseo profundo de que al final del día, cuando apagamos la luz y nos quedamos solos con nosotros mismos, podamos respirar en paz. Hasta que eso pase, sigo eligiendo vivir con todo.
Con lo que duele, con lo que emociona, con lo que no entiendo.

Porque si voy a estar aquí, al menos que sea de verdad.
Y si me voy a equivocar, que sea por haberme atrevido.

Y tú, si te sirve de algo: no te guardes tanto.

No te apagues por miedo a que algo salga mal. A veces perderse es parte del camino. Y aún así, siempre hay una forma de volver.

Porque todo sume,

Javi